Si ud quiere estar sobre lo seguro, debe estudiar bien el mencionado capítulo 15. Los adventistas y judaizantes están haciendo el mismo triste y desdichado trabajo que aquellos judíos que fueron de Jerusalén a Antioquía, y allí sembraron la alarma y la confusión entre los hermanos.
El pacto mosaico es un pacto condicional entre Dios y la nación de Israel en el monte Sinaí (Éxodo 19-24). A veces se le llama el pacto del Sinaí, pero generalmente se le conoce como el pacto mosaico, ya que
Moisés fue al líder de Israel escogido por Dios en ese momento. El modelo del pacto es muy similar al de los otros pactos antiguos de ese tiempo, porque es entre un rey soberano (Dios) y su
pueblo o sujetos (Israel). En el momento del pacto, Dios le recordó al pueblo de su obligación de ser obediente a su ley (Éxodo 19:5), y el pueblo aceptó el pacto cuando dijo, "Todo lo que Jehová ha dicho, haremos" (Éxodo 19:8). Este pacto serviría para separar a la nación de Israel de todas las demás naciones, convirtiéndose en el
pueblo elegido de Dios y fue igualmente tan vinculante como el pacto incondicional que Dios hizo con Abraham, porque también es un pacto de sangre. El pacto mosaico es un pacto significativo
tanto en la historia redentora de Dios, como en la historia de la nación de Israel a través de los cuales Dios de manera soberana escoge bendecir al mundo tanto con su palabra escrita como con la
palabra viviente, que es Jesucristo.
El pacto mosaico se centró alrededor de la ley divina que Dios le da a Moisés en el monte Sinaí.
Al entender los diferentes pactos en la biblia y su relación entre sí, es importante entender que el pacto mosaico difiere significativamente del pacto abrahámico, y luego de los pactos bíblicos
porque es condicional en que las bendiciones que Dios promete, están directamente relacionadas con la obediencia de Israel a la ley mosaica. Si Israel es obediente, entonces Dios los bendecirá,
pero si lo desobedecen, entonces Dios los castigará. Las bendiciones y las maldiciones que están asociadas con este pacto condicional, se encuentran en detalle en Deuteronomio 28. Los otros pactos que se encuentran en la biblia son pactos unilaterales de promesa, en donde Dios mismo se
compromete a hacer lo que prometió, independientemente de lo que los destinatarios de las promesas puedan hacer. Por otro lado, el pacto mosaico es un acuerdo bilateral, que especifica las
obligaciones de ambas partes en el pacto.
El pacto mosaico es especialmente significativo porque Dios promete hacer de Israel "un reino de
sacerdotes, y gente santa" (Éxodo 19:6). Israel iba a ser la luz de Dios al mundo oscuro a su alrededor. Iban a ser separados y llamados nación a
fin de que todo el mundo alrededor de ellos supiera que adoraban a Yahvé, el Dios que guarda los pactos. Es de gran importancia porque es aquí donde Israel recibió la ley mosaica que iba a ser
una autoridad señalando el camino hacia la venida de Cristo (Gálatas 3:24-25). La ley Mosaica revelaría a los hombres su pecaminosidad y su necesidad de un salvador, y es la ley mosaica
la cual Cristo mismo dijo que él no vino a abolir, sino a cumplir. Este es un punto importante porque algunas personas se confunden pensando que personas en el antiguo testamento se salvaron por
guardar la ley, pero la biblia es clara al decir que la salvación siempre ha sido únicamente por fe, y la promesa de la salvación por la fe que Dios hizo a Abraham como parte del pacto
abrahámico, aún está vigente (Gálatas 3:16-18).
Además, el sistema de sacrificios del pacto mosaico realmente no puede quitar los pecados
(Hebreos 10:1-4); simplemente anunciaba que Cristo llevaría el pecado, el sumo sacerdote perfecto, quien también fue el
perfecto sacrificio (Hebreos 9:11-28). Por lo tanto, el pacto mosaico en sí mismo, con todas sus leyes detalladas, no podía salvar a nadie. No es
que no había algún problema con la ley, porque la ley es perfecta y fue dada por un Dios santo, sin embargo la ley no tenía poder para dar nueva vida a las personas, y ellos no eran capaces de
obedecer la ley perfectamente (Gálatas 3:21).
El pacto mosaico también se conoce como el antiguo pacto (2 Corintios 3:14; Hebreos 8:6, 13) y fue reemplazado por el nuevo pacto en Cristo (Lucas 22:20; 1 Corintios 11:25; 2 Corintios 3:6; Hebreos 8:8, 13; 9:15; 12:24). El nuevo pacto en Cristo es mucho mejor que el antiguo pacto mosaico, porque cumple las promesas hechas
en Jeremías 31:31-34, como se menciona en Hebreos 8.
¿Para qué sirve la Ley de Moisés?
Pablo contra los judaizantes: la epístola a los Gálatas (VII) Vimos que en el conflicto entre Pedro y Pablo, la afirmación de Pablo resultaba tajante: la salvación se recibe por la fe en el mesías y no por las obras, y no sólo había sido aceptada previamente por los personajes más relevantes del cristianismo primitivo sino que incluso podía retrotraerse a las enseñanzas de Jesús.
Con todo, como también dijimos, era obligatorio plantearse algunas cuestiones de no escasa importancia. La primera, ya contestada en el anterior artículo, es que si era tan obvio que la salvación derivaba sólo de la gracia de Dios y no de las obras ¿porqué no existían precedentes de esta enseñanza en el Antiguo Testamento? ¿No sería más bien que Jesús, sus discípulos más cercanos y el propio Pablo estaban rompiendo con el mensaje veterotestamentario? La segunda es consecuencia de la anterior: si ciertamente la salvación era por la fe y no por las obras ¿cuál era la razón de que Dios hubiera dado la ley a Israel y, sobre todo, cuál era el papel que tenía en esos momentos la ley? Y la tercera y última, que responderemos en el próximo artículo que cierra esta serie, es: ¿aquella negación de la salvación por obras no tendría como efecto directo el de empujar a los recién convertidos - que procedían de un contexto pagano - a una forma de vida similar a la inmoral de la que venían? EL PAPEL DE LA LEY La respuesta de Pablo a cuál era la razón de que Dios hubiera dado la ley a Israel y, sobre todo, cuál era el papel que tenía en esos momentos la ley resulta, una vez más, de una enorme concisión y, a la vez, contundencia: “Entonces ¿para qué sirve la ley? Fue añadida por causa de las transgresiones hasta que viniese la descendencia a la que se había hecho la promesa... antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, recluidos en espera de aquella fe que tenía que ser revelada de tal manera que la ley ha sido nuestro ayo para llevarnos hasta el mesías, para que fuéramos justificados por la fe, pero llegada la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en Jesús el mesías” (3, 19-26) (La negrita es nuestra) “También digo que mientras el heredero es niño no se diferencia en nada de un esclavo aunque sea señor de todo. Por el contrario, se encuentra sometido a tutores y cuidadores hasta que llegue el tiempo señalado por su padre. Lo mismo nos sucedía a nosotros cuando éramos niños: estábamos sometidos a la esclavitud de acuerdo con los rudimentos del mundo. Sin embargo, cuando llegó el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos” (4, 1-5) Para Pablo, resultaba innegable que la ley de Moisés ciertamente era de origen divino y, por supuesto, tenía un papel en los planes salvadores de Dios. Sin embargo, ese papel era cronológicamente limitado extendiéndose desde su entrega en el Sinaí hasta la llegada del mesías. También era limitado su papel en términos espirituales. Fundamentalmente, la ley cumplía una misión, no la de servir de instrumento de salvación, sino la de preparar a las personas para reconocer al mesías. Igual que el esclavo denominado por los griegos paidagogos (ayo) acompañaba a los niños a la escuela pero carecía de papel una vez que éstos llegaban al estado adulto, la ley mosaica servía para mostrar a los hombres que el camino de la salvación no se podía encontrar en las obras sino en la fe en el mesías. De esto además se desprendía otra consecuencia no carente de relevancia. A los ojos de Dios el linaje de Abraham no son aquellos que tienen una relación física o genealógica con este patriarca sino los que han creído en el mesías, su descendencia. En otras palabras, la condición de judío no es física, nacional o racial sino espiritual: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Jesús el mesías y sois del mesías, sois realmente linaje de Abraham y herederos de acuerdo con la promesa” (3, 28-29) Semejantes palabras, sin duda, podían ser interpretadas de manera muy ofensiva por los judíos de la época de Pablo ya que separaban de Israel a un número considerable de judíos y por añadidura concedía tal consideración a gentiles de origen pagano. ANTECEDENTES DE JESÚS Y JUAN EL BAUTISTA Con todo, no era, en absoluto, original. Como ya vimos está claramente contenida en la enseñanza de Jesús y cuenta además con precedentes en los profetas judíos. Fue Juan el Bautista y no Pablo el que señaló que sólo aquellos que se volvían a Dios eran hijos de Abraham y no todos sus descendientes ya que Dios podía levantar hijos de Abraham hasta de las piedras (Lucas 3, 8-9 y par). De la misma manera, Isaías, posiblemente el profeta más importante del Antiguo Testamento, consideró que los judíos contemporáneos que se negaban a volverse a Dios no eran tales judíos sino miembros de Sodoma y Gomorra (Isaías 1, 10). En todos los casos, la perspectiva era palpable: sean cuales sean los condicionamientos nacionales, Israel, el pueblo espiritual de Dios, está formado por los que se comportan como Israel no por los que pertenecen genéticamente a él. LA CUESTIÓN MORAL Hasta aquí el razonamiento de Pablo puede ser calificado de impecable, pero, obviamente, surgía un problema (ya mencionado al comienzo de este artículo) que, en el fondo, resultaba esencial para la vida de la comunidad cristiana. Si los gentiles convertidos no iban a guardar la ley mosaica, ¿qué principios morales debían regir su vida? La respuesta de Pablo en este tema resulta de una enorme importancia, pero la analizaremos la próxima semana, en el artículo que cierra esta serie sobre “Pablo contra los judaizantes: la epístola a los Gálatas”
El libro de Levítico, es tal vez el último en leerse y el menos entendido en todo el Antiguo Testamento. Desde una perspectiva del Nuevo Pacto, esta revelación inspirada por Dios, con todos sus detalles de Leyes alimenticias, sacrificiales y sacerdotales, es percibido como totalmente irrelevante por muchos cristianos evangélicos.
Sin embargo, y al mismo tiempo, es considerado, por muchos judíos ortodoxos y algunos que se profesan cristianos, tanto en esta generación como en la pasada, como un elemento indispensable en la descripción de la conducta verdaderamente santa y escogida de parte de Dios para Su pueblo.
Pero la pregunta con relación a la relevancia de la Ley Levítica para los cristianos ha sido tal vez el tema más debatido que confrontó la iglesia del 1º siglo. El tema fue claramente establecido en ese tiempo, durante el 1º concilio de la iglesia en Jerusalén. Y aun todavía, algunos cristianos en el día de hoy, no están claros en cómo ellos están obligados a observar y cumplir todos los requisitos de la Ley Mosaica, como se encuentra delineada en la páginas del Pentateuco, los primeros cinco libros del Antiguo Testamento.
Sin embargo, Dios no nos ha dejado sin respuesta con relación a este tema, sino que nos ha delineado en las páginas de la Escritura la función expresa de Su Ley y su relación con el cristiano.
Los primero cristianos fueron judíos, quienes predominaban la iglesia en sus primeras etapas de desarrollo. Estos creyentes judíos mesiánicos del primer siglo, no olvidaron inicialmente su observancia a la Ley de Dios, sino más bien la continuaron como fue la costumbre de ellos desde los días de su juventud.
La pregunta de la relevancia de la Ley Mosaica para los cristianos se levantó cuando Dios empezó a agregar gentiles creyentes al Cuerpo de Cristo. En Hechos, capítulo 10, Dios dirigió a un centurión gentil temeroso de Dios, llamado Cornelio a buscar al apóstol Pedro. En consecuencia, Dios le reveló Su voluntad al apóstol en una visión muy perturbadora, la cual, y su tiempo, llevó a Pedro a proclamar el evangelio delante de Cornelio y todos sus amigos más cercanos y familiares. Esto dio como resultado, la dramática conversión de estas personas al cristianismo.
En la medida en que el Señor empezó a levantar al apóstol Pablo usándolo poderosamente para Su gloria, esto trajo como consecuencia la conversión de más gentiles. Esta gran afluencia de creyentes a la iglesia primitiva atrajo mucho la atención al tema de la relevancia de la Ley Mosaica para los cristianos. De Hechos 15:1, aprendemos:
Y Hechos 15:24, nos dice:
Esto determinó la ida de Pablo y Bernabé a ir a Jerusalén para reunirse con los apóstoles y ancianos para aclarar esta disputa. Y fue aquí, que esta decisión histórica tomó lugar con relación a la relación de los cristianos a la Ley de Moisés. En medio de mucha discusión, el apóstol Pedro le dijo a los presentes:
Entonces, les fue revelado, por el Espíritu Santo, que los gentiles no estaban obligados a guardar la Ley de Moisés, ya que ellos, así como los judíos, eran salvos a través de la gracia del Señor Jesús.
En este punto, parecería que la Ley entregada por Moisés a los judíos no tiene en lo absoluto, ningún propósito para el cristiano; que esta es, totalmente irrelevante. En la epístola de Pablo a los Gálatas, él trató este tema de forma extensa ya que la iglesia estaba siendo influida por “aquellos de la circuncisión”, y que eran conocidos como los “judaizantes”.
En la mitad de su carta a los creyentes en Galacia, Pablo procede a preguntarles:
Pablo entonces, pasa a responder haciendo la siguiente declaración:
De acuerdo a Pablo, la Ley fue agregada debido a las “transgresiones”. En otras palabras, su intención fue la de revelar nuestro fracaso moral para que pudiéramos descubrir cuán pecadores somos realmente.
Después de que un individuo ha venido a la fe en Cristo, el trabajo del “ayo/tutor” es mostrarles su pecaminosidad y por lo tanto, su trabajo, el de llevarlo a Cristo, es terminado. Por lo tanto, y en este punto, ellos no se encuentran ya más bajo ese antiguo “maestro” (la Ley):
Es por lo tanto indiscutible que la Ley de Dios es tanto relevante y pertinente. En su sentido Levítico, la Ley de Dios continua sirviendo como maestro a aquellos judíos que todavía se encuentran adheridos a esta como el estándar para su conducta. Y en su sentido general, moral, como se encuentra en el corazón de la Ley, los 10 mandamientos, esta continúa como un compás moral, así como también, la norma de Dios para una conducta santa, mientras convence la consciencia de los hombre y mujeres a través del mundo, en la medida en que esta les revela su pecaminosidad y así, la verdadera necesidad para el Salvador.
El apóstol Pablo en 1ª Timoteo 1:9-10, dice:
Por lo tanto, es apropiado para el siervo sabio y prudente del Señor, ejercer legítimamente los santos mandamientos de Dios, mientras labora fielmente en el campo blanco de la cosecha.
En el capítulo 11 estudiamos cómo el Señor inició la revelación de la ley para Israel, mediante los diez principios que resumían la forma en la cual los hombres deben tratar con Dios, con su familia y con sus semejantes. Inmediatamente después de los Diez Mandamientos, el Señor reveló una serie de leyes y mandamientos que hoy en día conocemos como la Ley de Moisés o Ley Mosaica.
Es de lamentar que muchas personas, aun algunas en la Iglesia, piensan que la Ley de Moisés era un substituto de leyes superiores del evangelio. La llamamos ley menor porque lo era, si entendemos el vocablo menor, usado para indicar pasos progresivos. Pero algunos piensan que menor significa de menos importancia y significado, o de un nivel inferior de verdad y justicia. Eso no es el caso. Notaremos lo que otros pasajes de las Escrituras enseñan acerca de la ley:
La Ley de Moisés era un “evangelio preparatorio” que incluía los principios de arrepentimiento, remisión de pecados y la ley de mandamientos carnales.
Era una ley “muy estricta” de “ceremonias y ordenanzas” que tenía por finalidad “conservar vivo en ellos (en los israelitas) el recuerdo de Dios y su deber para con él”.
La Ley de Moisés era altamente simbólica y llena de semejanzas, lo que señalaba hacia Cristo y su expiación futura.
La Ley de Moisés fue dada como ayo o tutor para llevar a Israel hacia Cristo.
Comprendemos la Ley de Moisés mediante el “espíritu de profecía” o sea el “testimonio de Jesús”.
En resumen, al estudiar la Ley de Moisés podemos esperar encontrar (1) un testimonio de Jesucristo y de su sacrificio expiatorio, y (2) los principios del evangelio ilustrados en las leyes dadas. Tal vez ya no se requiera que los fieles cumplan muchas de las leyes, pero los principios enseñados son eternos y nunca serán abandonados. Por ejemplo, la práctica de los sacrificios de sangre llegó a su fin cuando Cristo vino y en lugar de ella fueron dados los símbolos de la Santa Cena, reemplazando a la vieja ley. Pero el principio era tan verdadero en la época en que los animales eran ofrecidos sobre el altar como lo es ahora cuando el pan y el agua son bendecidos por el sacerdocio. Este principio eterno es que solamente participando del sacrificio expiatorio del Cordero podemos vencer nuestros pecados y recibir el perdón por haberlos cometido.
“A fin de entender la ley bíblica, es necesario entender también ciertas características básicas de esa ley. Primero, hay declaradas ciertas premisas o principios generales y los Diez Mandamientos nos dan ese tipo de declaración. Por lo tanto, los Diez Mandamientos no son leyes entre leyes, sino las leyes básicas de las que las demás son ejemplos específicos. Como ejemplo de esta ley básica tenemos Exodo 20:15 (Deut. 5:19), ‘No hurtarás’…
“Teniendo en cuenta que primero la ley establece principios amplios y básicos, examinemos una segundacaracterística de la ley bíblica, y es que la mayor parte de ella es la ilustración del principio básico en términos de casos específicos. Estos casos a menudo son ilustraciones de la aplicación de la ley; eso es que al citar un ejemplo menor del caso, los límites necesarios de la ley son revelados…
“La ley, entonces, primero, afirma los principios; segundo, cita casos a fin de exponer las implicaciones de esos principios; y tercero, tiene como fin y meta la restitución del orden de Dios“. (Rushdoony, Institutes of Biblical Law, págs. 10-12.)
A medida que estudiemos el código de Moisés veremos numerosos ejemplos de la ilustración de las diferentes leyes por medio de casos o ejemplos.
Segundo, la ley es principalmente prohibitiva. Ocho de los Diez Mandamientos y muchas de las otras leyes versan sobre lo que no debe hacerse en lugar de lo que se debe hacer. A menudo, por causa de nuestra formación cultural, contemplamos con cierto disgusto ese tipo de leyes; tenemos el sentimiento de que son muy restrictivas y preferimos expresiones positivas que, asegurando nuestros derechos, parecen otorgar libertad. Sin embargo, las apariencias engañan. Dios dio las leyes a Israel no para oprimir al pueblo sino para garantizar la mayor libertad individual posible. Para explicar cómo esto es posible, un estudioso de la Biblia declaró:
“Un concepto prohibitivo en la ley confiere un doble beneficio: primero, es práctico en el sentido de que trata de una manera realista un mal particular. Dice ‘No hurtarás’, o, ‘No hablarás falso testimonio’. Tal declaración negativa encara directa y claramente un mal particular: lo prohibe, lo hace ilegal. La ley tiene así una función modesta; la ley es limitada y, por lo tanto, el estado o gobierno se ve limitado a atacar el mal y no a controlar a los hombres.
“Segundo, y directamente relacionado con el primer punto, un concepto prohibitivo en la ley asegura la libertad; con excepción de las áreas prohibidas, todos los otros aspectos de la vida del hombre están fuera del alcance de esta ley. Es decir, si el mandamiento dice ‘No hurtarás’ ello significa que la ley solamente puede gobernar el hurto: no puede gobernar o controlar la propiedad adquirida honradamente. Al prohibir la blasfemia y el falso testimonio, garantiza que toda otra forma de expresión tiene lugar. El negativismo de la ley es la preservación de la vida y de la libertad del hombre.” (Rushdoony, Institutes of Biblical Law, págs. 101-2.)
Recordemos que en su prefacio de los Diez Mandamientos Dios dijo: “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre“ (Exodo 20:2; cursiva agregada). Al decir esto, Jehová hizo recordar a Israel que el propósito de la ley era hacerlos libres y preservarlos así.
Aquí tenemos el primer ejemplo de la manera en que se puede ilustrar a la Ley Mosaica por medio de situaciones específicas. El principio en cuestión es “no hurtarás”. Uno de los valores más grandes del hombre es su libertad personal, y quitar la libertad a un individuo es un robo grave. De manera que la posesión permanente de esclavos no era permitida a menos que el individuo mismo escogiera ser esclavo para toda la vida (véase los versículos 5-6). Tal como se ilustra aquí, el esclavo en Israel era, en realidad, más siervo que esclavo. Por ley tenía que ser puesto en libertad después de siete años de servidumbre, a menos que voluntariamente escogiera permanecer en ese estado.
Aunque el padre podía disponer el casamiento de una hija (eso es lo que quiere decir la frase “vendiere a su hija por sierva” en el versículo 7, tal como es evidente en el compromiso mencionado en los versículos 8 y 9), ella también mantenía ciertos derechos. Si el candidato a esposo no estaba complacido con la nueva novia, la ley le garantizaba a ella sus derechos. Esta garantía legal contrastaba con la práctica de la mayoría de otros pueblos, cuyas mujeres eran consideradas como propiedad que podía ser negociada a capricho de los hombres.
Por lo que dictaban las pautas de la ley, los esclavos de los hebreos eran grandemente favorecidos; de hecho, casi estaban en la misma posición de los siervos contratados. Bajo tales condiciones algunos hombres se inclinaban a renunciar a su libertad a cambio de su seguridad, especialmente si se habían casado estando en cautiverio y el verse libres de la esclavitud los forzaba a abandonar a sus esposas e hijos.
“En este caso ehamo tomaba a su siervo…ante Dios…al lugar donde se impartía el juicio en el nombre de Dios (véase Deuteronomio 1:17; 19:17; confr. con Exodo 22:7-8) a fin de que pudiera declarar allí que renunciaba a su libertad. Entonces se le perforaba el lóbulo de la oreja con una lesna contra la puerta o dintel de la casa, y mediante esta señal, que era habitual en muchas de las naciones de la antigüedad, quedaba asegurado a la casa para siempre. Este era el significado del acto de perforar la oreja contra la puerta de la casa, tal como es evidente en la expresión de (Deuteronomio 15:17), ‘tomarás una lesna, y horadarás su oreja contra la puerta, y será tu siervo para siempre’, donde vemos la relación entre puerta y oreja.” (Keil y Delitzsch, Commentary, 1:2-130.)
Estas leyes específicas aclaran los mandamientos o principios fundamentales:
Hay una diferencia entre el asesinato premeditado y la muerte producida accidentalmente, u homicidio involuntario, como se le designa hoy en día (véase vers. 12-14). “Dios lo puso en sus manos” (vers. 13) es una expresión que significa que el individuo no buscó intencionalmente la muerte del occiso. Este caso es aclaración del mandamiento “no matarás”.
Ciertos delitos eran tan graves que requerían la pena de muerte. Este hecho muestra claramente, primero, la gravedad del asesinato, y, segundo, que la pena de muerte ejecutada por la autoridad legalmente constituida no es una violación del sexto mandamiento. Los delitos castigados con la pena de muerte incluían:
El asesinato premeditado (vers. 12-14).
El intento de asesinar a los padres (vers. 15). El verbo “hiriere” en este versículo es traducción del verbo hebreo que significa “herir profundamente con intención de matar” (Wilson, Old Testament Word Studies, “smite”, pág. 401.)
El rapto (vers. 16).
Maldecir a los padres (vers. 17). Una vez más la palabra hebrea es fuerte, queriendo decir “injuriar”, o, “expresar reproches violentos” (Wilson, Old Testament Word Studies, “curse”, pág. 105.)
Asesinato de un siervo (vers. 20-21).
La traducción hecha por José Smith del versículo 20 dice que si alguno matare a cualquiera de sus siervos, a su vez será ejecutado.
Evidente negligencia en el uso de la propiedad (vers. 29).
En otras partes de la ley aparecen anotados otros delitos que merecían la pena de muerte.
La gravedad del aborto es enseñada por medio de esta ley dada aquí (véanse vers. 22-25). Si dos hombres están luchando y golpean a una mujer embarazada, produciéndole un aborto, se les castiga. Si se producía la muerte de la mujer, entonces el causante tenía que ser ejecutado. Un erudito sugirió que cuando se ilustra cierta ley con ejemplos en realidad se demuestra el alcance de la aplicación de dicha ley (véase encabezamiento 12-1) y este caso provee un ejemplo excelente de este concepto. Si el aborto es causado por accidente debía ser castigado con severidad, podemos suponer que el aborto intencional, sin causa justificada, era de naturaleza mucho más grave.
Como ampliación del séptimo mandamiento, “No hurtarás”, se anotan aquí varios casos de retribución justa y también en Exodo 22. Nuevamente, los casos ilustran la amplitud de la ley. Uno puede hurtar de otra persona mediante el robo directo, pero también se puede hurtar por negligencia o accidente. Así tenemos que si alguien hurtaba de la integridad física de otro (véase los versículos 26-27) era necesario hacer restitución. Si alguien, por negligencia, causaba la pérdida de la propiedad ajena, tenía que restituir con la propia. La Ley de Moisés, por lo tanto, no es una ley de represalias sino una ley de reparación.
Abinadí dijo que la ley era “una ley muy estricta” de “ceremonias y ordenanzas” dada porque Israel era un pueblo de “dura cerviz” (Moisés 13:29-30). En la ley de Cristo, un principio general tal como “todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (Mateo 7:12), se refería a situaciones similares a las mencionadas en Exodo 21. Pero en la ley mayor del evangelio no se requirió de mandamientos adicionales específicos. Bajo la ley de Cristo el individuo no tiene que ser advertido para que no sea negligente ni para que restituya lo que se pierda accidentalmente. Lo hará porque ama a sus semejantes. La Ley de Moisés especificaba la forma en la que se cumplía la ley en la práctica, o sea, en situaciones diarias, pero al mismo tiempo enseñaba la ley de Cristo.
Primero, se establece la proporción de lo que hay que restituir:
“ ‘Cuando alguno hurtare buey u oveja, y lo degollare o vendiere, por aquel buey pagará cinco bueyes, y por aquella oveja cuatro ovejas’ (Ex. 22:1). La restitución múltiple descansa sobre un principio de justicia. Las ovejas son capaces de reproducirse rápidamente y pueden ser usadas no solamente como alimento sino también por su lana, con la que se hace ropa y otras cosas. Hurtar una oveja es robar el valor presente y futuro de la propiedad del dueño. El buey requería una restitución mayor, cinco veces más, porque el buey era entrenado para tirar de carretones y para arar, y era usado para una variedad de tareas agrícolas. Por lo tanto, el buey no solamente valía por su carne y utilidad, sino también por el entrenamiento que había recibido, ya que entrenarlo requería tiempo y habilidad. De ahí que la restitución fuese mayor. Es evidente que aquí se manifiesta el verdadero principio de la restitución. Ella debe incluir no solamente el valor presente y futuro de lo que ha sido hurtado, sino también debe contemplar las habilidades especiales que se emplearon para alcanzar su mayor utilidad.
“Segundo, el robo podía involucrar problemas con relación a la defensa contra el ladrón: (Se cita Exodo 22:2-3). Tal como lo dictan las leyes de algunos países hoy día, bajo la Ley Mosaica el ladrón podía ser muerto legítimamente durante la noche por los dueños de casa que defendían su propiedad; era parte de su legítima defensa y de la de sus bienes. No hay razón para suponer que este robo nocturno no se aplicara también al caso del robo de un granero, u hoy en día, de un garage. Durante el día, sin embargo, dar muerte a un ladrón, a menos que sea en defensa propia, era y es considerado homicidio. El ladrón podía ser identificado y apresado, de manera que esto en sí mismo resultaba ser una protección para él. En la antigüedad, el ladrón no podía restituir lo hurtado, se le vendía como esclavo a fin de satisfacer los requisitos de la restitución. Hoy en día esto es equivalente a un tipo de custodia mediante la cual los ingresos monetarios del ladrón que es condenado podrían ser administrados de tal forma que se efectúe una restitución plena.
“Tercero, la ley especificaba la restitución requerida cuando un ladrón era descubierto en el acto del hurto, o antes de que se deshiciera de los bienes robados (se cita Exodo 22:4). En tales casos, el ladrón tenía que restaurar lo robado más su equivalente, por ejemplo, la cantidad exacta que esperaba recibir como beneficio por lo robado. Esta era la restitución mínima. El hombre que robaba determinada suma de dinero debía devolver el doble de la misma.
“Cuarto, ciertas acciones, deliberadas o accidentales, imponían responsabilidad que demandaba restitución, pues dañar la propiedad ajena es despojar al legítimo dueño de una parte de su valor: (se cita Exodo 22:5-6). De manera que en todos los casos, la restitución dependía de la naturaleza del acto; si se dañaba árboles frutales o vid, entonces la producción futura era dañada y la responsabilidad era proporcional a dicho daño. La ley criminal actual no tiene más que sombras del principio de la restitución; el pleito civil debe ser presentado por la parte damnificada a fin de recuperar lo perdido y en ese caso sin tener nada que ver con el principio bíblico.
“Quinto, En Exodo 22:7-13 se define la responsabilidad por los bienes tenidos en custodia…
“ ‘La propiedad puesta en manos de otra persona para su cuidado podía ser tan fácilmente aprovechada por el cuidador, o perderse por su negligencia, que fue necesario establecer algunas leyes para protegerla. De la misma manera, el que cuidaba de los bienes tenía que ser protegido contra posibles pérdidas si la propiedad que le era confiada sufría daño o desaparecía sin responsabilidad de su parte. La legislación mosaica se encargaba de ambos casos. Por un lado, requería que quien tenía responsabilidad por los bienes ejerciera el cuidado adecuado y lo hacía responsable por la pérdida de lo que se le confiaba si dichos bienes le eran robados y no se encontraba al ladrón. El desfalco era castigado requiriéndose que la persona responsable encontrada culpable pagara el doble. Por otra parte, en los casos de duda se permitía que quien cuidaba de los bienes aclarase su situación mediante un juramento (vers. 10-11), y en casos claros se le permitía que diese prueba de que la pérdida había sucedido por accidente inevitable’ (versículo 13).
“Sexto. En casos de renta o préstamo, entraban en vigencia ciertos principios de responsabilidad (se cita Exodo 22:14-15). Si un hombre pedía prestado y dañaba la propiedad de otro, era responsable por los daños; había destruido o dañado la propiedad de otro hombre y por lo tanto era culpable; la restitución era obligatoria. Si el propietario le había ayudado en su trabajo voluntariamente, como buen vecino, cuando se dañó la propiedad, el daño era responsabilidad del dueño porque su propiedad fue dañada mientras estaba bajo su propia supervisión. Esto se aplicaba especialmente si el responsable estaba trabajando contratado, porque el alquiler de sus servicios con buey, asno, tractor (en tiempos modernos) o cualquier otro implemento, incluye desgaste y mantenimiento del equipo de trabajo.
“Séptimo. La seducción no es solamente una ofensa contra el séptimo mandamiento sino también contra el octavo, en el sentido de que despoja de su virginidad a la doncella (Ex. 22:16-17). La compensación o restitución requería que el ofensor le pesara plata conforme a la dote de las vírgenes. Es importante notar que se usa el vocablo pesará porque el dinero, en aquel entonces, era por peso; el peso de un siclo de plata u oro…
“En todos estos casos, no solamente juzgaba Dios al ofensor sino también había restitución para con el ofendido. La restitución está íntimamente ligada a la expiación, a la justicia y a la salvación.” (Rushdoony, Institutes of Biblical Law, págs. 459-62.)
Junto con las leyes de la restitución el Señor incluye otros delitos que se castigaban con la pena de muerte. En otras palabras, algunos delitos eran tan serios que la restitución tenía que ser hecha con la vida misma. Estos delitos incluían:
La hechicería (véase vers. 18). Un comentarista explicó la razón:
“De la severidad de esta ley contra las hechiceras, etc., podemos ver cómo las mismas eran consideradas por la justicia divina. Eran burladoras que apartaban al pueblo de Dios, de cuyo juicio solamente debían depender; y hurgando impíamente en el futuro, presumían poseer el atributo de Dios, la predicción de acontecimientos futuros. Esto implicaba en sí mismo la más burda blasfemia y tendía a corromper la mente del pueblo apartándolo de Dios y de la revelación que El había dado. Muchos de los israelitas, sin duda, habían aprendido estas curiosas artes en su larga estancia entre los egipcios; de manera que los israelitas estaban bastante apegados a la hechicería al punto de que las encontramos muy populares entre ellos, y distintas prácticas de esta clase prevalecieron a lo largo de la historia judía, a pesar de que la ofensa era gravísima y en todos los casos castigada con la muerte.” (Clarke, Bible Commentary, 1:416.)
En la traducción hecha por José Smith, sin embargo, el vocablo hechicera es reemplazado por asesino.
Las perversiones sexuales con animales, uno de los pecados sexuales más graves (véase Exodo 22:19).
Adoración de ídolos (véase vers. 20). La adoración de un dios falso es para el hombre espiritual lo que el asesinato es para el hombre físico: muerte directa y devastadora. Alma, hijo, entendió este principio al decir de este período de apostasía: “Sí, y que había asesinado a muchos de sus hijos, o más bien, que los había conducido a la destrucción” (Alma 36:14; cursiva agregada.)
La negligencia con relación a las viudas y huérfanos (véase Exodo 22:22-24). En este caso, sin embargo, los gobernantes no imponían la pena de muerte sino que el Señor se reservaba el derecho a sí mismo (véase vers. 24).
“El punto en cuestión es que en sus relaciones con el hombre pobre, quizás con su propio empleado, el israelita debe ser generoso. Si le da un pago adelantado sobre su salario, no debe insistir en el pago al final del día a riesgo de que el hombre no recupere el vestido que ha dado como prenda por el préstamo (vers. 26). La advertencia original no era una prohibición, sino una demanda de que estemos listos ‘para arriesgar anticipadamente’, sin tener una seguridad material. Amos 2:6 condena a los israelitas por haber tratado tales asuntos en una forma estrictamente legal, aun al precio de haber dejado sin nada al pobre. A medida que una economía basada en el trueque se tornó en una economía monetaria, el problema de los intereses se agudizó (Deut. 23:19-20); entre israelitas se prohibía el interés sobre los préstamos comerciales. (En hebreo el vocablo ‘interés’ significa ‘fraude’. Tomar como prenda el vestido de un hombre por un período más extenso que una jornada de trabajo, que es cuando él no lo usa, es equivalente a prendarlo de por vida (confr. con Deut. 24:6, 17). Esta prohibición hacía que la esclavitud por deudas fuera imposible.” (Interpreter’s Bible, 1:1008.)
La traducción hecha por José Smith dice que el pueblo no debía injuriar a Dios, ni maldecir a sus gobernantes.
El vocablo que aparece traducido como “primicia” viene de una palabra hebrea que significa “llorar” y denota el jugo de la vid o el aceite de la aceituna, no necesariamente jugo fermentado. Estas leyes simbolizaban la consagración voluntaria del pueblo de Jehová.
Muchas personas del mundo cristiano piensan que la Ley de Moisés se puede resumir en el requisito de restituir “ojo por ojo, diente por diente” (Exodo 21:24) e imaginan un sistema de dura represalia y castigo brutal. En Exodo 23:1-8 encontramos un ejemplo excelente de la inexactitud de ese concepto, pues hay leyes que requieren un elevado grado de moral, justicia y rectitud, y el requisito de obrar el bien para el prójimo. En esta época en la que la maldad abunda, en la que el chisme y la calumnia son comunes (véase vers. 1), en la que los hombres siguen las inclinaciones y las costumbres del mal y de los hombres codiciosos (vers. 2), en la que hombres malos (José Smith corrigió el vocablo pobres del vers. 3 y lo tradujo como malvados) a menudo son apoyados y exaltados por los demás, y mucha gente rehusa involucrarse en los problemas o infortunios de sus semejantes (vers. 4-5), cuando la explotación de los pobres e ignorantes está generalizada (vers. 6-7) y el soborno y la corrupción son asunto cotidiano en los diarios (vers. 8), el mundo haría bien en volver a aquellas leyes y regirse por ellas.
Para obtener una descripción más detallada de los distintos días santos mencionados aquí, véase Temas suplementarios, Sección D, “celebraciones y festividades”. El propósito de los días santos era doble: primero, ayudar al pueblo de Israel a recordar su liberación de la esclavitud mediante el poder de Dios; y, segundo, ayudarlo a continuar la relación de convenio con Jehová. Lo que se trataba era de fomentar la confianza en el Señor.
Dios prometió cinco cosas a Israel por su obediencia. Primero, un ángel del Señor los guiaría para llevarlos a la tierra prometida (véase vers. 20-23). Segundo, serían bendecidos con buena salud (véase vers. 24-25). Tercero, ellos y sus rebaños se multiplicarían grandemente (véase vers. 26). Cuarto, tendrían éxito en su lucha contra las naciones paganas (véase vers. 27-30). Quinto, finalmente heredarían toda la tierra desde el Mar Rojo hasta el Eufrates (vers. 31).
“Los israelitas, antes de que Moisés y los setenta testigos especiales fuesen a la presencia del Señor, habían recibido instrucción en cuanto a las leyes. Las aceptaron e hicieron convenio de guardarlas; aceptaron una copia de las mismas como compromiso y sus convenios fueron santificados mediante un sacrificio. Notemos la promesa que hizo el pueblo: ‘Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho’. (Rasmussen, Introduction to the Old Testament, 1:88-89.)
Las instrucciones que Israel recibió antes de que Moisés fuera al Monte Sinaí fueron guardadas en el “libro del pacto” (vers. 7):
“Pero como ningún convenio era considerado ratificado y vigente mientras no se ofreciera un sacrificio por la ocasión, de ahí la necesidad de los sacrificios mencionados aquí.
“La mitad de la sangre esparcida sobre el altar y la otra mitad sobre el pueblo, indicaba que Dios y ellos quedaban mutuamente obligados por este convenio. Dios estaba obligado a sostener, defender y salvar al pueblo; el pueblo estaba obligado a temer, amar y servir al Señor.” (Clarke, Bible Commentary, 1:425.)
Las instrucciones dadas a Israel aseguraban que no sería forzado a una relación que no comprendiera o no quisiera. Una vez que Israel expresó su voluntad de recibir la ley y que hizo convenio de obedecerla, Moisés pudo actuar libremente por Israel ante la presencia del Señor.
En cuanto a un análisis de esta visión y de otras, véase el encabezamiento 12-23.
Estos capítulos contienen las revelaciones del Señor en cuanto al tabernáculo y el mobiliario del mismo. Se analizarán estas instrucciones en el capítulo siguiente.
El Señor obra a través de hombres de talento a fin de llevar a cabo sus propósitos (véase versículos 1-6). En cuanto a un análisis sobre el día de reposo (véase vers. 12-17) léase el encabezamiento 11-8.
Se analizará la naturaleza de las tablas de la ley (vers. 18) en el encabezamiento 12-24.
“El asunto es sumamente extraño y representa un cambio inexplicable. ¿Era posible que tan pronto se hubieran perdido de vista las maravillosas manifestaciones de Dios sobre el monte? ¿Era posible que Aarón imaginara que podía hacer un dios que fuera capaz de ayudarlos? Sin embargo, ni siquiera protestó contra el pueblo por lo que le pedían. Quizás solamente intentó hacer para ellos una representación simbólicadel poder y energía divinos, a fin de que para los israelitas fuera tan evidente como lo habían sido el pilar de nube y fuego, al cual Dios otorgara una energía e influencia siempre presentes. O, tal vez, al pedirles que sacrificaran sus ornamentos, haya supuesto que iban a desistir de su demanda; pero todo eso es solamente una conjetura con muy poca evidencia que la sustente. Se debe aceptar, no obstante, que Aarón no parece haber establecido una forma de adoración que reemplazara a la adoración del Altísimo. De aquí que lo encontramos proclamando Mañana será fiesta para Jehová (vers. 5), y más adelante nos damos cuenta de que se realizaron algunos de los ritos adecuados de la adoración verdadera en dicha ocasión, pues trajeron holocaustos y ofrendas de paz, vers. 6 y 7; por eso es evidente que él tenía por intención que el verdadero Dios fuera el objeto de la adoración del pueblo, aunque permitió y aun fomentó ofrecer esta adoración por medio del ídolo, el becerro de fundición.” (Clarke, Bible Commentary, 1:463-64.)
La traducción hecha por José Smith corrige este versículo y demuestra que Moisés rogó al Señor que perdonara a los israelitas si éstos se arrepentían. En el versículo 14 de esta traducción el Señor le dice a Moisés que perdonará al pueblo si él (Moisés) castiga a aquellos que no se arrepientan.
La función de Moisés en este acontecimiento es significativa. En esta gran visión en la que vio al Señor se le dijo que él (Moisés) era a “semejanza” del Unigénito (Moisés 1:6) y esa semejanza se hace evidente en este caso porque cuando el pueblo enfrentó la destrucción por causa de su maldad, Moisés actuó como mediador ante Dios. Defendió su causa y ofreció su propia vida para apaciguar la justicia divina (véase Exodo 32:31-32). Después de las murmuraciones constantes y la rebelión del pueblo, cualquier líder común habría dicho: “Sí, son un pueblo malvado. Adelante, destruyelos”. Pero Moisés, como Cristo, de quien era semejanza, amaba a su pueblo a pesar de su testadurez y maldad. Así que intercedió por ellos y los salvó, pero sólo con la condición de que se arrepintieran.
Para obtener una explicación de lo que había sobre las tablas que Moisés recibió primero, véase el encabezamiento 12-24.
“Moisés buscó a aquellos que estaban ‘por Jehová’ entre los que estaban ‘desenfrenados’ (el vocablo hebreo usado aquí puede significar ‘desenfrenado, suelto’, o, ‘desnudo, descubierto’). Si se hubiera usado ‘desnudo’, se podría entender el vocablo en el mismo sentido en que se encontraba Adán al estar avergonzado y se escondió de Dios porque estaba desnudo. La expresión también puede significar ‘expuesto en culpa delante de la ira de Dios’. (Compare los sentimientos de Alma ante una circunstancia similar, en Alma 36:1^22.) Por otra parte, Israel se había ‘soltado’ y estaba ‘desenfrenado’ bajo la guía de Aarón, lo cual es verdad. Ambas condiciones serían para vergüenza de un pueblo que se suponía que era religioso.” (Rasmussen, Introduction to the Old Testament, 1:93.)
Algunos se han preguntado por qué Aarón, que tuvo un papel tan importante en el episodio del becerro de oro, salió sin ser condenado. Aunque no lo anotó en Exodo, Moisés posteriormente indicó que Aarón casi fue destruido y fue salvo solamente porque él intercedió en su favor (véase Deuteronomio 9:20).
Un paralelo moderno de esta reprensión se encuentra en Doctrina y Convenios 103:15-20.
“Moisés entonces tomó una tienda y la plantó fuera del campamento, a cierta distancia del mismo, y la llamó ‘Tabernáculo de Reunión’. Este tabernáculo no es el santuario descrito en Exodo 25-30, el cual no fue construido sino hasta después de la restauración perfecta del convenio (Exodo 35-40), ni otro santuario que hubiera descendido de sus antepasados y que fuera usado antes de la construcción del santuario. Esta era una tienda que pertenecía a Moisés, la cual fue levantada como santuario temporario ya que la columna de nube descendió sobre el mismo y Jehová habló allí con Moisés. Recibió también el nombre de tabernáculo…porque Jehová se reveló allí y todos los que lo buscaban tenían que ir a esta tienda que estaba fuera del campamento.” (Keil y Delitzsch, Commentary, 1:2:233-34.)
Evidentemente hay algo que no está bien traducido en Exodo 33:20, pues el versículo 11 del mismo capítulo dice claramente: “Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero” (cursiva agregada). Además, en Exodo 24:9-11 leemos que Moisés y los setenta ancianos de Israel vieron a Dios. El élder Joseph Fielding Smith comentó acerca del problema de la interpretación de Exodo 33:20 y de Juan 1:18 en esta forma:
“Hay demasiados pasajes que declaran definitivamente que Dios se mostró ‘cara a cara’ ante sus siervos de la antigüedad. Por lo tanto, los pasajes que declaran que ningún hombre lo ha visto deben estar en error. Por ejemplo, el pasaje en Juan 1:18…se debe probablemente al hecho de que algún traductor de años posteriores no creyó que Dios tuviera cuerpo como el nuestro, por lo tanto consideró que no podía ser visto. Este concepto ha llegado a nosotros desde la introducción del Credo de Atanasio en el año 325 D. C. En la traducción de José Smith de este pasaje dice que nadie ha visto a Dios, excepto cuando ha testificado del Hijo; y sólo por medio de El (el Hijo) el hombre puede ser salvo.
“Además, en 1 Juan 4:12 de la traducción de José Smith dice que sólo aquellos que han mostrado gran fe han visto a Dios; y que si nos amamos unos a otros, su Espíritu estará con nosotros y podremos emitar su amor perfecto.
“Consideremos otros versículos del evangelio de Juan.
“ ‘Escrito está en los profetas, y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de El, viene a mí.
“ ‘No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre.’ (Juan 6:45-46.)
“Si ignoráramos el hecho de que existen traducciones erróneas, parecería que nuestro Salvador se contradice. El último versículo (Juan 6:46) no armoniza con Juan 1:18.
“Leemos que Abraham habló con Dios cara a cara, y que El también habló con Enoc y otros. Sin embargo, el mundo moderno no acepta nada de esto y ha rechazado al Dios viviente, aceptando en su lugar a uno que no puede SH visto ni oído.” (Answer to Gospel Questions, 2:162-63.)
Por lo tanto, está claro que José Smith fue inspirado cuando tradujo este versículo en el que dice que el Señor no permitiría que Moisés viera Su rostro en esa oportunidad; y que ningún hombre pecador podría verlo jamás.
Antes de poder contestar plenamente esta pregunta, debemos examinar cuidadosamente el contenido de las primeras tablas. Un erudito ofreció el análisis siguiente:
“ ‘La explicación siguiente es un análisis general de este tema. En el cap. 20 (de Exodo) se dan los Diez Mandamientos, y, al mismo tiempo, varios estatutos políticos y eclesiásticos, los que se detallan en los capítulos 21, 22 y 23. Para recibir éstos, Moisés tuvo que aproximarse a la espesa obscuridad donde Dios estaba, (cap. 20:21), y habiéndolos recibido bajó con ellos adonde estaba el pueblo, de acuerdo con lo que ellos habían solicitado anteriormente, (vers. 19): Habla tú con nosotros; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos, porque habían quedado aterrados por la forma en la que Dios había expresado los Diez Mandamientos (véase el vers. 18). Después de esto, Moisés, con Aarón, Nadab y Abiú, y los setenta ancianos, subieron al monte; y a su regreso anunció todas estas leyes ante el pueblo, (cap. 24) y los israelitas prometieron obediencia. Sin embargo, no se menciona nada con respecto a las tablas de piedra. Entonces Moisés escribió todo en un libro, (cap. 24:4), el cual se llamaba el Libro del Pacto, (ver. 7). Después de esto hubo una segunda ascensión de Moisés, Aarón, Nadab, Abiú y los setenta ancianos, (cap. 24:9), cuando se produjo la gloriosa manifestación de Dios mencionada en los versículos 10 y 11 del mismo capítulo. Después de su descenso Moisés nuevamente recibió el mandamiento de subir; y Dios prometió darle unas tablas de piedra que contenían una ley y mandamientos, (vers. 12). Esta es la primera vez que se mencionan estas tablas de piedra. Por lo tanto, parece que los Diez Mandamientos y otros preceptos fueron dados y aceptados por el pueblo, y el sacrificio fue ofrecido (cap. 24:5) antes de que las tablas de piedra fuesen escritas o mencionadas.’ Es muy probable que los mandamientos, leyes y demás fueran dados a conocer primeramente por el Señor cuando habló al pueblo; repetidos posteriormente por Moisés; y las Diez Palabras o Mandamientos, que contenían el resumen y la esencia de todas las leyes, fueron escritas posteriormente sobre las tablas de piedra, para ser guardadas como un registro en el arca del pacto.” (Clarke, Bible Commentary, 1:474.)
Este análisis respondería a una pregunta que se hace con frecuencia: ¿Cómo pudo el Señor poner toda la ley de Moisés en sólo dos tablas? Las tablas, parece, contenían solamente el resumen divino conocido como los Diez Mandamientos. En la traducción de estos dos primeros versículos dice que el Señor le indicó a Moisés que hiciera otras dos tablas de piedra iguales a las primeras que había roto, en las que escribiría también las palabras de la ley como en las primeras, aunque no serían iguales porque quitaría de entre ellos el Sacerdocio de Melquisedec y por consiguiente su santo orden y las ordenanzas correpondientes. Estas tablas contendrían la “Ley Mosaica” (una ley preparatoria porque los israelitas no estaban preparados para una ley mayor).
El Señor entonces declaró que el pueblo nunca tendría la oportunidad de entrar en su presencia durante los días de su peregrinaje; y Moisés recibió la orden de presentarse ante el Señor a la mañana siguiente, en el Monte Sinaí.
“Después de un lapso prolongado, y de experiencias sublimes en la presencia de Dios, no es de sorprender que el rostro de Moisés brillara con la gloria divina al regresar entre el pueblo, y que el pueblo retrocediera temeroso. Este fenómeno de luz irradiada por seres celestiales y seres terrenales que están bajo la influencia celestial no es único a esta circunstancia. Compare las descripciones de los Apóstoles en el día de Pentecostés cuando ‘lenguas repartidas como de fuego’ descendieron sobre ellos (Hechos 2:3).
“El vocablo hebreo que aquí ha sido traducido como ‘resplandecía’ es qaran, verbo denominativo derivado de un sustantivo que significa ‘cuerno’ y usado para indicar los rayos de luz o ‘cuernos’, vistos sobre el horizonte antes de la salida del sol por las mañanas. Por este fenómeno los árabes dan el nombre de ‘gacela’ al sol cuando se refieren a él en el momento en que asoma sobre el horizonte. (Una traducción errónea del hebreo al latín hizo que Miguel Angel pusiera cuernos sobre la cabeza de su espléndida estatua de Moisés.)” (Rasmussen, Introduction to the Old Testament, 1:95.)
(12-26) Al antiguo Israel se le hizo entender claramente que la tierra es del Señor y que El es su soberano y rey. Como tal, no solamente puede dictar sus leyes sino establecer pueblos en las diferentes partes de la tierra. El Libro de Mormón se une a la Biblia para testificar de esto. Durante un momento considere los siguientes pasajes: 1 Nefi 17:36-39; 2 Nefi 1:7; Deuteronomio 4:20, 37-38.
En estos pasajes podemos ver que el derecho de una nacion a la tierra es garantizado solamente por la obedienCia a las leyes de Aquel a quien la tierra pertenece. Aunque al hombre le fue dado el dominio sobre la tierra mediante Adán, ese dominio fue dado bajo el poder de Dios. Por lo tanto, el hombre es responsable de establecer las leyes y el orden de Dios. Siendo eso el caso, considere estas preguntas: ¿Sobre quiénes tienen vigencia las leyes de Dios? ¿Se excluye a alguien? ¿Anula la ley el hecho de que la violen varias personas que se ponen de acuerdo a tal efecto (cosa común hoy en día)? ¿Existe pecado que lastima solamente al individuo que lo comete? ¿Cómo es que cualquier pecado constituye la violación del orden establecido por Dios? ¿En qué forma todos los pecados son contra Dios aun cuando parezcan no lastimar más que a quien los comete? ¿Cómo responderemos a la persona que dice “Es mi vida; puedo vivirla como yo prefiera?”
(12-27) Lea una vez más prestando suma atención, Doctrina y Convenios 84:23-27; Mosíah 13:29-30; y Alma 25:15-16.
Ahora conteste las preguntas siguientes:
¿Por qué los antiguos israelitas recibieron esta ley más estricta?
¿De qué pudieron haber gozado si no hubiera sido por su iniquidad?
¿Qué resultados habrían alcanzado si hubieran sido obedientes a la ley que les fue dada?
¿Hay miembros de la Iglesia, hoy en día, que están en una condición semejante a la de los antiguos israelitas?
¿Qué valor tiene, entonces, el estudio de la Ley de Moisés para un Santo de los Ultimos Días?
En medio de truenos el Señor reveló en el Sinaí un plan glorioso mediante el cual podía redimir a los hijos de Israel. Abrió los cielos delante de Moisés y por medio de él extendió a Israel la oportunidad de alcanzar la plenitud de la gloria divina, a probar del amor del Padre y llegar a ser, verdaderamente, un pueblo de Sión (véase Exodo 25:8; 29:43; D. y C. 84:23-27). Durante su ayuno de cuarenta días sobre el monte, Moisés recibió todos los detalles necesarios para la construcción de un tabernáculo, una casa del Señor, en la que Israel pudiera entrar y recibir las llaves de la salvación y exaltación.
La relación entre este tabernáculo y los templos modernos es patente. Al igual que los templos modernos, el tabernáculo estaba destinado a ser una casa en la cual los santos podían “recibir cuanto fuere necesario” (D. y C. 109:15). Iba a ser una “casa de oración, una casa de ayuno, una casa de fe, una casa de gloria y de Dios…”, a fin de que “todas las entradas de tu pueblo en esta casa sean en el nombre del Señor; que todas sus salidas…sean en el nombre del Señor” (D. y C. 109:16-18; véase también Levítico 9:23; 10:8-11). Así, a través de la revelación, Israel pudo aprender “palabras de sabiduría” y pudo buscar “sabiduría, tanto por el estudio como por la fe” (D. y C. 109:14).
Las dimensiones y el plano del tabernáculo se asocian con un profundo significado. Debían reflejar modelos espirituales tal como los que se reflejan en los templos hoy en día. El estudio, acompañado de la oración y meditación, le ayudará a comprender la importancia de esta antigua morada del Señor.
En el Monte Sinaí, Moisés recibió la revelación que incluía el detalle de los planos para el tabernáculo (véase Exodo 25-30). Cuando Moisés descendió, reunió a Israel y se comenzó la construcción (véase Exodo 35-40). Como Moisés usó la revelación para dirigir la construcción, existe un íntimo paralelo entre las dos descripciones que se encuentran en el libro.
(Nota: Para analizar y comentar sobre el particular, nos concentraremos en Exodo 25-30, que son los capítulos de la revelación; los conceptos significativos añadidos en los capítulos de la construcción serán destacados según resulte necesario.)
Es significativo que, antes de revelar el modelo del tabernáculo mismo, el Señor dijera a Moisés que Israel tenía que demostrar un deseo de sacrificarse para contruir Su santuario (véase vers. 2). Mormón enseñó que si un don o sacrificio es ofrecido al Señor sin verdadero deseo, o verdadera intención, es no solamente inaceptable para el Señor, sino que más bien es iniquidad (véase Moroni 7:6-10). A menos que Israel tuviera la actitud correcta en cuanto al sacrificio de sus bienes, no les haría bien alguno. Los lectores modernos deben recordar que a pesar de sus otras faltas y flaquezas (el episodio del becerro de oro tuvo lugar mientras Moisés estaba en el monte recibiendo esta revelación), al oír lo que el Señor pedía, Israel respondió con gozosa generosidad. Sus corazones ciertamente fueron tocados (véase Exodo 35:20-22, 25-26, 29), y finalmente Moisés tuvo que decirles que no dieran más porque habían dado mucho más de lo que era necesario para el tabernáculo (véase Exodo 36:5-7).
En Exodo 25:8 el Señor claramente reveló el propósito del tabernáculo: Sería la casa del Señor. El vocablo hebreo que se ha traducido como “tabernáculo” en realidad significa “tienda”, o “morada” (Wilson, Old Testament Word Studies, s. v. “tabernacle”, pág. 434.)
La frase “conforme a todo lo que yo te muestre” (vers. 9) parece indicar que Moisés vio en visión al tabernáculo y su mobiliario y no recibió solamente una descripción verbal.
El efod (que en hebreo se pronuncia ei’fod) que se menciona en el versículo 7 es descrito en detalle en el encabezamiento 13-13.
Acacia (que en hebreo es shittim) se usa para designar justamente el árbol de acacia del desierto y que es conocido en Egipto y el Cercano Oriente (véase Smith, Dictionary of the Bible s. v. “shittah tree, shittim” págs. 624-25). Siendo que su fina madera era dura y resistente, y al mismo tiempo tomaba buen lustre, era ideal para la construcción del tabernáculo.
Las dimensiones del tabernáculo son descritas en una unidad de medida llamada codo, el cual tenía una longitud de casi dieciocho pulgadas (aproximadamente unos cuarenta y cinco centímetros). (El alumno puede consultar la sección de mapas y gráficas.)
La mayor parte de los muebles del tabernáculo estaba hecha de madera de acacia recubierta de láminas de oro, para darle el aspecto de oro sólido. Si el mobiliario hubiera sido hecho de oro puro, habría resultado pesado para su transporte.
El arca del testimonio era un arcón, o caja, de madera de acacia recubierta de oro. Tenía aproximadamente 1,13 m de largo, 0,68 m de ancho y 0,68 m de altura. Varas, o pértigas, a ambos lados, permitían que los sacerdotes pudieran transportarla sin tocar el arca misma. Dentro del arca se colocaron las tablas de la ley dadas a Moisés en el Monte Sinaí (véase el vers. 16). De ahí que fuera llamada el arca del testimonio o el arca del pacto. Posteriormente fueron puestos dentro del arca una vasija conteniendo maná y el cayado de Aarón, el cual milagrosamente había reverdecido (véase Hebreos 9:4). El arca estaba dentro del cuarto interior del tabernáculo, lugar que era conocido como el Lugar Santo de los santos, o Lugar Santísimo. El arca era contemplada con la mayor reverencia por los israelitas, y delante de ella se recitaban oraciones antes de moverla o cambiarla de lugar (véase Números 10:35-36).
El vocablo querubín (Exodo 25:20) usualmente se aplica a guardianes de las cosas santas. Aunque el significado exacto del vocablo no es conocido, la mayoría de los eruditos concuerdan en que estos querubines representaban a ‘Ta humanidad redimida y glorificada”, o a “ángeles santos glorificados” (Wilson, Old Testament Word Studies, s. v. “Cherubim”, pág. 75). Puesto que los Santos de los Ultimos Días no creemos que los ángeles tengan alas, tal como se les representa en el arte cristiano, el mandamiento de ponerles alas a los querubines puede dar lugar a interrogantes. Otra revelación indica que las alas representan simbólicamente el poder de moverse y de actuar (véase D. y C. 77:4). Dios le dijo a Moisés que se reuniría con él y estaría en comunión con él en el espacio que quedaba entre estos querubines del propiciatorio. Las revelaciones modernas dicen que los ángeles están como centinelas que vigilan la presencia de Dios (véase D. y C. 132:19).
La sangre del cordero de Jehová era salpicada sobre el propiciatorio en el día sagrado de la Expiación. (Levítico 16:14). (Para obtener una explicación completa del significado de este acontecimiento, véase el encabezamiento 15-8).
Claramente, el arca del testimonio era uno de los rasgos más significativos del tabernáculo, tanto por su importancia para el antiguo Israel como también por su significado simbólico.
El oro ha sido muy estimado por los hombres desde las épocas más remotas y ha tenido significado tanto simbólico como monetario. “El oro es mencionado a menudo en las Escrituras como emblema de lo que es divino, puro, precioso, sólido, útil, incorruptible, duradero y glorioso” (Fallows, Bible Encyclopedia, s. v. “gold” ‘ 2:723). Este simbolismo explica claramente el uso del oro en el arca del testimonio.
La plata y el bronce también fueron usados en otras partes del tabernáculo y de su mobiliario. Estos dos metales tienen significado simbólico así como funcional. La Encyclopedia Judaica destaca:
“La santidad era destacada por los materiales que se usaban. Por ejemplo, el oro puro era usado para el Arca, el propiciatorio, la mesa del pan de la proposición y sus utensilios; para el candelabro y sus accesorios; para el altar del incienso y para la ropa del sumo sacerdote. El oro inferior era empleado para las molduras, los aros y las varas del Arca, de la mesa y del altar del incienso; y para las argollas de las cortinas; para los marcos y los barrotes; para los pilares del velo y de la cortina; y para otras partes de la vestimenta del sumo sacerdote. La plata era reservada para la base de los marcos, para los pilares del velo y para las molduras del atrio. Finalmente estaba el bronce, metal del cual estaban hechos el altar de los holocaustos y sus utensilios, la base del atrio y los recipientes de los lavamientos. El mismo principio se aplicaba a los bordados de las telas.
“La indicación de grados se hacía evidente en relación con las tres divisiones de la gente que visitaba el tabernáculo. Los israelitas podían entrar solamente al atrio; los sacerdotes podían servir en el Lugar Santo; pero solamente el sumo sacerdote podía entrar en el Lugar Santísimo, y sólo una vez al año: en el día de la Expiación.” (S. v. “tabernacle”, 15:687.)
Otra pieza del mobiliario descrito por el Señor era la mesa del pan de la proposición. Como el arca del pacto, era hecha de madera de acacia recubierta de oro (véase vers. 23-24). Tenía una corona o borde de oro en la parte superior o superficie y tenía orificios y varas para facilitar su transporte. Medía unos noventa centímetros de largo, cuarenta y cinco centímetros de ancho y sesenta y ocho centímetros de altura. Varios utensilios de oro, llamados cucharas, platos, o vasijas, fueron hechos para usar con la mesa.
Esta mesa recibió su nombre por los doce panes que eran colocados sobre ella. El Señor los llamó: “pan de la proposición” (vers. 30), que es la traducción literal del vocablo hebreo que significa “el pan de la presencia”, lo que quiere decir que este pan era puesto delante del Señor o en su presencia (Wilson, Old Testament Word Studies. s. v. “shew, shew-bread”, pág. 388). El pan era hecho de flor de harina (es decir, que el trigo había sido finamente molido al punto de que no había granos parcialmente molidos). Se preparaban doce panes de tamaño bastante grande, poniendo dos décimas de efa cada uno (dos décimas de efa eran equivalentes a casi siete litros de harina; (véase Levítico 24:5; Hasting, Dictionary of the Bible, s. v. “shewbread”, pág. 847). Así, cada pan debe haber pesado como cinco kilos (10 libras) cada uno. Los panes eran puestos en dos hileras, y sobre cada hilera se colocaba incienso puro que posteriormente era quemado en el altar del incienso como “ofrenda encendida a Jehová” (Levítico 24: 7; véase también el verso 6). El pan era cambiado todos los días de reposo y sacado de allí para alimento de los sacerdotes (véase Levítico 24:8-9). Este fue el pan dado a David cuando huyó de Saúl (véase 1 Samuel 21:1-6; Mateo 12:4).
La mayoría de las antiguas tradiciones judaicas y muchos eruditos concuerdan en que también se colocaba vino sobre la mesa junto con el pan, aunque no está mencionado específicamente en el relato bíblico. Las cucharas en realidad eran vasijas o copas y no cucharas tal como las conocemos hoy en día, y probablemente eran recipientes para líquidos. (Véase Fallows, Bible Encyclopedia, s. v. “shewbread”, 3:1576; Hasting, Dictionary of the Bible, s. v. “shewbread”, pág. 847.) De este modo los distintos utensilios puestos sobre la mesa del pan de la proposición tienen paralelos bien claros con los emblemas de la Santa Cena.
El tabernáculo era iluminado por el candelabro sagrado. En hebreo se le llama menorah, que significa “lugar de las luces” (Fallows, Bible Encyclopedia, s. v. “candlestick”, 1:332). No sostenía velas sino siete recipientes en forma de copa, los que estaban llenos de aceite puro de oliva en el que se insertaba y se encendía una mecha. De oro macizo, el menorah estaba sostenido por una base que se apoyaba en tres patas. Su columna se levantaba desde la base que estaba decorada con florones (ornamentos esféricos), platillos (del tamaño de los florones y sobre los que iban colocadas flores de almendro) y flores (una especie de discos que tenían la forma de un pétalo de flor de almendro). Cada una de las ramas del menorah estaba coronada por una luz que iluminaba el Lugar Santo, o primer cuarto del tabernáculo.
El número siete tiene un significado sagrado en el Antiguo Testamento, y representa unidad o perfección (véase Smith, Dictionary of the Bible, s. v., “seven”, págs. 607-08; Douglas, New Bible Dictionary, s. v., “numbers”, pág. 898). De este modo, la luz proporcionada al interior de la casa del Señor simbolizaba la luz perfecta.
El aceite para las siete lámparas tenía que ser aceite puro de oliva (véase Exodo 27: 20) que había sido consagrado especialmente para ese propósito. El festival judío de Hannukah, o festival de las luces, celebra la época en que Judas Macabeo finalmente expulsó a los griegos del templo, en Jerusalén, aproximadamente en el año 165 a. C. De acuerdo con la tradición judía, los macabeos encontraron suficiente aceite consagrado para que las lámparas sagradas estuvieran encendidas durante un día solamente. La consagración del nuevo aceite llevaba ocho días y, a pesar de ello, milagrosamente la escasa cantidad de aceite que se encontró bastó hasta que se pudo preparar cantidad suficiente. (Véase Josefo, Flavius Josephus Antiquities, libro 12, cap. 7, pág. 6.)
Otros pasajes de las Escrituras indican que el aceite de oliva representa al Espíritu Santo, probablemente porque proporciona fuego, calor y luz al arder en las lámparas (véase D. y C. 45:56-57). De este modo, el menorah sagrado era un símbolo de la verdadera fuente de luz espiritual, el Espíritu Santo, que da testimonio del Padre y del Hijo
Por motivo de que los israelitas andaban errantes en el desierto, el tabernáculo tenía que ser portátil. Las paredes estaban formadas por paneles que podían ser unidos; las paredes y el techo abierto eran cubiertos con cuatro capas diferentes de tela.
La capa interior estaba hecha de lino fino. El vocablo hebreo traducido por “lino” no significa solamente el tipo de material sino también “blancura” (Wilson, Old Testament Word Studies, s. v., “linen”, pág. 255; véase también Fallows, Bible Encyclopedia, s. v. “linen” 2:1068). Los eruditos creen que era una tela de algodón fino o una hecha de lino. Por la longitud del tabernáculo, se necesitaban diez cortinas o piezas de tela para poder cubrirlo. Esta capa interior tenía querubines (ángeles) bordados sobre ella y tenía que tener, además de blancura, los colores azul, púrpura y carmesí.
La orilla de estas cortinas tenía un borde especial tejido, el cual evitaba que se deshilara. Este borde usualmente era de hilos de distinto grosor y a veces era tejido en forma distinta al resto de la cortina.
Las orillas o bordes de las cortinas adyacentes eran unidas entre sí mediante ganchos o pinchos de oro llamados corchetes, dando así la apriencia de una sola cortina sobre el tabernáculo.
Las otras tres telas eran de pelo de cabra, pieles de carnero teñidas de rojo y pieles de tejón (mapache) (véase Exodo 26:7, 14). No está claro lo relacionado con la naturaleza de la última cobertura; los eruditos concuerdan en que no era de piel de tejones. El vocablo hebreo implica el color más que la clase u origen (véase Wilson, Old Testament Word Studies, s. v. “badger”, pág. 27). Algunos eruditos creen que pudo tratarse de piel de marsopas o focas del Mar Rojo que habrían dado al tabernáculo una cobertura impermeable (véase Keil y Delitzsch, Commentary, 1:2:163).
En la parte inferior de cada tabla había dos espigas (una especie de grandes tacos o tarugos rectangulares) las que encajaban en un soporte de base doble formado por basas. En cada una de éstas iba una espiga, o sea, que cada tabla estaba colocada sobre dos basas, las que dejaban entrar y salir cada espiga independientemente. Como todas las tablas estaban puestas firmemente una al lado de la otra, formando una pared rígida, cada basa podía apoyarse en el suelo aun cuando éste no fuese parejo. Es realmente asombroso conocer los detalles que el Señor dio a Moisés concerniente a Su morada.
Los dos velos o colgantes para la puerta descritos aquí son la puerta exterior del tabernáculo (entrada del frente) y el velo que separaba el Lugar Santo, o primer salón, del Lugar Santísimo. Este último velo es llamado adecuadamente “velo del tabernáculo”.
Rodeando al tabernáculo en sí había una zona protegida por cortinas tejidas sujetas a una pared movible. En este atrio se encontraba el altar de los holocaustos (altar de sacrificios) y la fuente para la limpieza simbólica de manos y pies (Exodo 30:18). A este atrio podía entrar cualquier israelita a traer sacrificios, pero solamente los sacerdotes podían entrar al tabernáculo en sí. (A veces, no obstante, el tabernáculo al que se hace referencia en el Antiguo Testamento es todo el complejo, incluyendo el atrio, y no solamente la parte sagrada.)
Los pilares del atrio del tabernáculo eran anillados con aros de plata, o sea, con bandas rectangulares que rodeaban cada pilar con el fin de proteger la madera y hermosearla. Las cortinas, o la tela que formaba las paredes exteriores del atrio, eran sujetas a la parte superior de cada pilar y también a la parte de abajo mediante ataduras en las estacas de bronce que eran clavadas firmemente en el suelo. A continuación incluimos la lista de lo que se encontraba en este atrio:
Altar de los holocaustos. Todos los holocaustos efectuados en el tabernáculo tenían lugar en este altar.
Era hueco, de forma cuadrangular de cinco codos de lado y tres codos de altura, o, aproximadamente de 2. 30 m de lado por 1. 50 m de altura.
Estaba hecho de madera de acacia recubierta de planchas de bronce.
Tenía un cuerno en cada esquina, y sobre estos cuernos se esparcía la sangre del sacrificio. Asiéndose de estos cuernos, cualquier individuo podía encontrar asilo y protección (véase 1 Reyes 1:50; 2:28), aunque no lo recibía si era culpable de asesinato premeditado (véase Exodo 21:14). A veces los cuernos eran usados para sujetar el animal o sacrificio presentado.
Instrumentos sagrados de sacrificio. El caldero era una fuente grande, de bronce, que se colocaba debajo del altar para recibir las cenizas que iban cayendo.
Se usaban paletas de bronce para vaciar los calderos.
Los tazones eran recipientes para recoger la sangre del sacrificio.
Los garfios eran ganchos de tres puntas que el sacerdote usaba para meter en el recipiente del sacrificio. Lo que sacaba enganchado era para él.
Los braseros eran los recipientes en los que continuamente se mantenía encendido el fuego para el sacrificio.
La fuente. Así como el altar, era hecha de bronce. Estaba entre el altar del sacrificio y el tabernáculo y era usada por los sacerdotes para el lavamiento preparatorio, antes de entrar en el tabernáculo.
En la época de Salomón, al construirse un templo permanente, la fuente fue colocada sobre el lomo de doce bueyes (véase 1 Reyes 7:23-26).
Al perder los israelitas su derecho al sacerdocio mayor y a las bendiciones y responsabilidades correspondientes al mismo, el Señor estableció el Sacerdocio Levítico en Israel (véase D. y C. 84:18-27). Mediante este orden del sacerdocio, Israel gozó de los principios del evangelio preparatorio. Continuamente se les recordaba el sacrificio expiatorio del Salvador, el cual simbólicamente estaba representado delante de ellos por la persona que oficiaba como sacerdote (confrontar con Levítico 8:5-10; Hebreos 7:11-12, 21; D. y C. 107:1, 13-20; Hebreos 5:4; JS-H 68-72.)
El modelo para la ropa oficial del sumo sacerdote, o cabeza del Sacerdocio Aarónico (no se trata del mismo oficio de sumo sacerdote del Sacerdocio de Melquisedec), así como el del cortinaje del tabernáculo, fue dado por revelación y tenía significado tanto simbólico como práctico. Consistía en las siguientes prendas:
Efod. “El efod era una prenda de ropa sagrada, usada por los sumos sacerdotes del Sacerdocio Levítico. El Señor instruyó que ellos no debían usar ropa común durante su servicio, sino que tenían que llevar Vestiduras santas’ hechas por quienes el Señor había ‘llenado de espíritu de sabiduría’ (Exodo 28:2-3). Estas vestimentas santas debían ser pasadas de padre a hijo junto con el oficio de sumo sacerdote (Exodo 29:29).
“El efod, usado sobre una túnica azul, era hecho en tela azul, púrpura y carmesí, con bordados en oro hábilmente entretejidos en la tela. Esta ropa iba sujeta sobre cada hombro y tenía una faja, de intrincado tejido, con la que se sujetaba alrededor de la cintura. Sobre engastes de oro que iban en cada hombrera, había piedras de ónix (ónice) en las que estaban grabados los nombres de los doce hijos de Israel como piedras memoriales portadas cuando el sacerdote oficiaba delante del Señor (véase Ex. 28:6-14 y 39:2-7). Sujeto al efod había un pectoral sobre el que se podía poner el Urim y Tumin. (Exodo 28:15-30.)
“No se conoce la función exacta del efod. Tal como lo destacó el presidente Joseph Fielding Smith, la información concerniente a estas antiguas ordenanzas ‘nunca fue registrada en detalle, porque tales ordenanzas son sagradas y no son para el mundo’ (Improvement Era, nov. de 1955, pág. 794).” (Richard O. Cowan, “I Have a Question”, Ensign, dic. de 1973, pág. 33.)
Este “delantal”, como a veces se le designa, representaba un hermoso concepto. Con las dos piedras de ónix que sujetaban el efod sobre los hombros, el sumo sacerdote (modelo de Cristo y también de sus representantes autorizados) entraba en el tabernáculo (la casa del Señor, o la presencia de Dios) llevando a Israel sobre sus hombros (véase Exodo 28:12).
El pectoral. Sujeto al efod con cordones de oro trenzado y engastes (ojales) estaba el pectoral (véase vers. 13-29). Este pectoral, usado por Aarón y por los subsiguientes sumos sacerdotes, no debe ser confundido con el que usó José Smith, el Profeta, al traducir el Libro de Mormón.
El pectoral de Aarón estaba hecho de tela y no de metal y fue tejido del mismo material que era utilizado para hacer el efod (véase vers. 15). Era dos veces más largo que ancho y, doblado, constituía un bolsillo cuadrado en el que se colocaba el Urim y Tumino. Sobre la parte delantera del pectoral había piedras preciosas en las que estaba grabado el nombre de las tribus de Israel. De este modo el sumo sacerdote llevaba los “nombres de los hijos de Israel en el pectoral del juicio sobre su corazón…por memorial delante de Jehová continuamente” (vers. 29).
El simbolismo de que el sumo sacerdote llevara a Israel cerca de su corazón añade significado a la promesa de que el Señor un día integrará sus “joyas” (D. y C. 60:4; 101:3).
El Urim y Tumin. Como se destacó anteriormente, el Urim y Tumin se llevaba en el bolsillo que se formaba cuando se doblaba el pectoral (véase Ex. 28:30). Muchos profetas recibieron un urim y tumin en distintas épocas y les ayudó a obtener mayor luz y conocimiento.
“Un urim y tumin está compuesto por dos piedras especiales llamadas videntes o intérpretes. Los vocablos hebreos urim y tumin, ambos en plural, significan lucesy perfecciones. Se cree que una de las piedras es llamada Urim y la otra Tumin. Corrientemente son llevadas en un pectoral sobre el corazón (Ex. 28:30; Lv. 8:8)…
“…Abraham las tuvo en su época (Abr. 3:1-4), y Aarón y los sacerdotes en Israel las tuvieron de generación en generación. (Ex. 28:30; Lv. 8:8; Nm. 27:21; Dt. 33:8; y 1 S. 28:6; Esdras 2:63; Neh. 7:65.)…
“…Ammón dijo de estas mismas piedras: ‘Y las cosas se llaman intérpretes, y nadie puede mirar en ellos a menos que le sea mandado, no sea que busque lo que no debe, y así perezca. Y a quien se le manda mirar en ellos, a ése se le llama vidente.’ (Mosíah 8:13; 28:13-16.)
“La existencia y uso del Urim y Tumin como instrumento de revelación continuará entre los seres glorificados en la eternidad.” (McConkie, Mormon Doctrine, págs. 818-19.)
El Urim y Tumin de Aarón no era el mismo que usó José Smith, pues el Profeta recibió el Urim y Tumin usado por el hermano de Jared (véase McConkie, Mormon Doctrine, pág. 819)
El manto. Este manto era azul y estaba tejido sin costuras, con una abertura para pasar la cabeza (véase Exodo 28:31-32). Jesucristo, el Gran Sumo Sacerdote, estaba vestido con un manto sin costuras antes de su crucifixión (véase Juan 19:23). A lo largo del borde del manto se colocaban, alternadamente, campanillas y borlas tejidas que semejaban granadas. Un erudito explicó el significado del manto y de sus ornamentos:
“El manto estaba tejido en una sola pieza, hecho que destaca la idea de unidad e integridad espiritual; y el color azul obscuro no indicaba sino el origen divino y el carácter del oficio al cual se asociaba el manto. El verdadero significado del manto debe ser buscado, por lo tanto, en los pendientes tan particulares, el significado de los cuales se debe buscar en las instrucciones análogas dadas en Números 15:38-39; en este pasaje se instruye a los israelitas a hacer un borde en su túnica, de hilo azul obscuro a fin de que al mirar dicho borde recuerden los mandamientos de Dios y los obedezcan. De acuerdo con esto, también debemos buscar alusiones a la palabra y testimonio de Dios en el pendiente de granadas y campanillas sujetas al borde del manto del sumo sacerdote. El símil que aparece en Proverbios 25:11, en que la palabra es comparada con una manzana, sugiere la idea de que las granadas, con su aroma agradable, su jugo dulce y refrescante y la riqueza de su delicioso grano, eran símbolos de la palabra y testimonio de Dios como alimento dulce y agradable, el cual vivifica al alma y refresca al corazón [confrontar con Salmos 19:8-11; 119:25, 43, 50; Deuteronomio 8:3; Proverbios 8:6-9; Eclesiastés 15:3]. También sugiere que las campanillas eran símbolos del sonido de esta palabra, o la revelación y proclamación de la palabra. Mediante el manto, con esta orilla agregada, Aarón era representado como recipiente y medio de la palabra y testimonio que descendía del cielo; y ésta era la razón por la cual no debía presentarse ante el Señor sin ese sonido, no fuera que perdiera su vida (véase Exodo 28:35). No era sencillamente porque pudiera aparecer como cualquier otro individuo si fuera sin el manto, pues en todo caso tendría el vestido sagrado de un sacerdote, aun cuando no estuviera vestido con los decorados oficiales del sumo sacerdote. La razón era que ningún sacerdote tenía permiso de entrar en la presencia del Señor, ya que este privilegio estaba reservado para el representante de toda la congregación, esto es, el sumo sacerdote. Y aun él solamente podía hacerlo usando el manto de la palabra de Dios, como portador del testimonio divino, sobre el cual el convenio con el Señor estaba fundado.” (Keil y Delitzsch, Commentary, 1:2:202-3.)
La diadema de oro y la mitra. La mitra (sombrero, o gorro) estaba hecha de lino fino (véase Ex. 28:39), y cada sacerdote usaba una. Además, el sumo sacerdote usaba una banda de oro en la parte delantera de su mitra, ceñida sobre la frente. Grabada sobre la banda estaba esta inscripción: “Santidad al Señor” (vers. 36; véase también vers. 37-38). Esta inscripción significaba, primero, que el sumo sacerdote debía caracterizarse por este atributo y, segundo, que Cristo, el Gran Sumo Sacerdote, sería perfectamente santo delante de Dios.
En cuanto a una aclaración de los ritos de purificación para los sacerdotes y la explicación del día de la Expiación, véase la sección D de Temas suplementarios “Celebraciones y festividades”.
Para conocer el significado de la unción con aceite, véase el encabezamiento 13-18.
“El sacerdote ponía sangre sobre el lóbulo de la oreja derecha, sobre el pulgar derecho y sobre el dedo grande del pie derecho de la persona que iba a ser consagrada, a fin de que el órgano del oído, con el cual escuchaba la palabra del Señor, y los usados para hacery andar de acuerdo con sus mandamientos, pudieran así ser santificados mediante el poder de la sangre expiatoria del sacrificio.”
Otra pieza de mobiliario del Lugar Santo, además del candelabro y la mesa del pan de la proposición, El altar del incienso era el altar del incienso. Estaba directamente frente al velo (véase vers. 6). Igual que el arca del pacto y la mesa del pan de la proposición, estaba hecho de madera de acacia recubierta de oro y tenía anillos y varas para poder ser transportado. Sobre el altar se colocaban carbones encendidos, y todas las mañanas y todas las tardes el sumo sacerdote quemaba incienso. Este ritual parece significar que nos podemos aproximar a la presencia de Dios solamente mediante la oración, pues en otras partes de las Escrituras se indica que el incienso es un símbolo de oración (véase Apocalipsis 5:8; 8:3-4; Salmos 141:2).
El aceite puro de oliva era un símbolo sagrado del Espíritu del Señor (véase D. y C. 45:56-57), y su uso significaba la santificación de la persona u objeto ungido (véase Exodo 30:29). El uso de aceite también puede ser indicación de la pureza de la persona, siendo que el Espíritu del Señor no mora en un tabernáculo impuro. El presidente Joseph Fielding Smith dijo:
“Desde las épocas más remotas, el olivo ha sido el emblema de paz y pureza. Los escritores inspirados de todas las épocas, por medio de quienes hemos recibido la palabra del Señor, lo han considerado casi sagrado, más que cualquier otro árbol o forma de vegetación. En las parábolas contenidas en las Escrituras, la casa de Israel, o los pueblos que han hecho convenio con el Señor, han sido comparados al olivo.” (Doctrina de Salvación, tomo III, pág. 170.)
De modo que, el ungir aun estos objetos inanimados quiere decir que el tabernáculo y todo lo que tenía relación con él estaba santificado por el Espíritu como preparación para servir a Dios.
(13-19) En su discurso inaugural de la Conferencia General de la Iglesia en octubre de 1978, el presidente Spencer W. Kimball dio a la Iglesia la responsabilidad de alcanzar la perfección. Dijo que tal meta es posible, siendo que cada uno de nosotros tiene el poder de llegar a ser como nuestro Padre Celestial. Sin embargo, algunos se desanimarían ante tal idea porque el Señor ha declarado: “He aquí, el misterio de la divinidad, ¡cuán grande es!” (D. y C. 19:10). En consecuencia, aquellos que tienen este concepto equivocado piensan que el “misterio de la divinidad” es demasiado grande para que los mortales lo consideren, cuanto más para que traten de alcanzarlo.
La verdad es que a menos que el hombre viva de tal manera que pueda alcanzar el privilegio de entrar en el templo, el misterio de la divinidad siempre le será desconocido.
“Fue esto a lo que se refirió el profeta José Smith al decir: ‘El principio de salvación nos es dado mediante el conocimiento de Jesucristo’ (Enseñanzas del Profeta José Smith, , y que ‘el conocimiento, mediante nuestro Señor y Salvador Jesucristo, es la llave maestra que abre las glorias y misterios del reino de los cielos’.
“Estas revelaciones, enseñadas en los templos y reservadas solamente para los miembros fieles de la Iglesia, constituyen lo que se conoce como ‘misterios de la divinidad’. El Señor dijo que había dado a José ‘las llaves de los misterios, y de las revelaciones selladas…’ (D. y C. 28:7.) Como recompensa a los fieles, el Señor prometió: ‘Y a ellos revelaré todos los misterios, sí, todos los misterios ocultos de mi reino desde los días antiguos…’ (D. y C. 76:7.)” (Lee, Ye Are the Light of the World, págs. 210-11.)
Aun desde los días antiguos el Señor ha deseado revelarse a los hijos de los hombres. Este capítulo muestra cuán minuciosamente hizo planes de revelarse al antiguo Israel mediante el profeta Moisés.
Hecho en representación simbólica y decorado con gran esplendor, el tabernáculo y su atrio circundante se convirtieron en una escuela en la que las cosas de los cielos iban a ser reveladas al pueblo del Señor. Originalmente estaba planeado que el israelita pudiera pasar del atrio exterior del tabernáculo hasta su interior y aun a los recintos más sagrados, a fin de observar, al hacerlo, que la obra y los ornamentos se tornaban progresivamente más llenos de detalles, más trabajados y más aislados, hasta que al final del ritual se encontraba delante de la santa presencia, aun en el Lugar Santísimo. Sagradas más allá de toda descripción, protegidas de lo ojos de los indignos, estas ordenanzas estaban diseñadas para ser, y pudieron haber llegado a serlo, el cemento o agente unificador entre Israel y su Dios. Esta travesía simbólica, sin embargo, le fue negada a Israel por causa de su orgullo y rebelión (véase Exodo 20:18-20; 32:1). Por lo tanto, Israel perdió estas bendiciones mayores y llegó a depender de los sacerdotes oficiantes que actuaban como vicarios mediante una orden menor del sacerdocio.
Pero el hecho de que los israelitas perdieran aquel privilegio en ninguna manera implica que el tabernáculo perdiera su significado para el pueblo. Vimos en el encabezamiento 12-1 que la ley de Moisés fue añadida al evangelio y en verdad se llamó evangelio preparatorio. Aunque la plenitud de la investidura del sacerdocio no fue dada a Israel, el plano del tabernáculo mismo simbolizaba el progreso del hombre hacia la perfección, a fin de poder entrar en la presencia de Dios. Examinemos la disposición del tabernáculo y de su mobiliario.
En el tabernáculo había tres divisiones principales, o zonas: el atrio exterior, el primer salón del tabernáculo mismo o Lugar Santo y el salón interior o Lugar Santísimo. En los templos modernos también hay tres niveles de vida representados por salones, esto es: el salón del mundo, o salón telestial; el salón terrestre; y el salón celestial. El significado de estos salones se describe así:
“Este cuarto (el salón telestial) representa al mundo en el cual vivimos y morimos. Aquí se dan instrucciones con relación al segundo estado del hombre y la forma en la cual éste puede superar los obstáculos de la vida terrenal.
“El cuarto terrestre encierra el simbolismo de la paz que puede llegar a obtenerse si el hombre logra superar su condición [después] de la Caída, mediante su obediencia a las leyes y ordenanzas del evangelio.
“El cuarto celestial simboliza la dicha y la paz eternas que se hallan en la presencia de Dios. Algo del espíritu de las promesas infinitas de Dios para aquellos que son obedientes se puede captar en el diseño de este hermoso cuarto.” (Narración correspondiente a la filmina: La Casa del Señor, transparencias números 43, 48, 51.)
Si comparamos las tres divisiones del tabernáculo con estos tres niveles de vida espiritual, encontramos algunos paralelos y puntos de vista muy interesantes.
El atrio exterior (el mundo o cuarto telestial). Lo primero que se encontraba al entrar por el portal principal era el altar de los sacrificios. Aquí eran ofrecidos al Señor distintos animales y ofrendas. La obediencia estricta y el sacrificio eran requeridos como primer paso en el progreso simbólico hacia la perfección y para poder entrar en la presencia de Dios. El primer paso podría ser comparado con tener fe en Cristo (el Gran y Postrer Sacrificio) y el arrepentimiento. Jesucristo enseñó a los nefitas que El había cumplido la ley de Moisés, y ahora el sacrificio requerido de ellos era “un corazón quebrantado y un espíritu contrito” que los llevaría al bautismo con “fuego y con el Espíritu Santo” (3 Nefi 9:20). El fuego usado en los sacrificios del gran altar significaba aquella “purificación espiritual que vendría mediante el Espíritu Santo, al cual el Padre enviaría por causa del Hijo”. (McConkie, The Promised Messiah, pág. 431.)
En línea recta con el patio estaba la fuente, o pileta, que era usada para lavamientos y purificación (véase Exodo 30:19-20). Tal como fue mencionado antes, cuando Salomón construyó un templo permanente, colocó la fuente sobre el lomo de doce bueyes (véase 1 Reyes 7:25), simbolismo que se ha proyectado en los templos modernos y que claramente se relaciona con el bautismo. Siendo que la fuente bautismal misma es una “semejanza del sepulcro” (D. y C. 128:13), donde es sepultado el “viejo nombre” del pecado (Romanos 6:1-6), el simbolismo de la fuente es evidente. Una vez que “el hombre natural” (Mosíah 3:19) es sacrificado (muerto mediante un corazón quebrantado, o arrepentimiento sincero y profundo), es purificado por las aguas del bautismo y el fuego del Espíritu Santo (véase 2 Nefi 31:17). Una vez efectuada esta purificación, uno está preparado para salir del mundo, o de una forma de vida telestial y listo para “nacer” (Juan 3:5) a un estado superior de vida espiritual.
El Lugar Santo (cuarto terrestre). En el primer cuarto del tabernáculo había tres piezas de mobiliario: la mesa del pan de la proposición, el candelabro sagrado y el altar del incienso. Cada pieza tenía su propio significado. La mesa del pan de la proposición, en la que cada día de reposo se cambiaba el pan y el vino, era un símbolo similar a los emblemas sacramentales de nuestra época. Ellos representaban el cuerpo y sangre del Hijo de Dios, de los cuales la persona espiritual participa repetidamente a fin de tener vida espiritual en Cristo (véase Juan 6:53-56). El candelabro, con sus siete brazos y su aceite de oliva, simbolizaba la luz perfecta del Espíritu (véase D. y C. 45:56-57), mediante el cual la persona vuelta a nacer espiritualmente ve toda la verdad (véase Juan 14:16-17; 15:26). En los convenios sacramentales hay una firme relación entre los emblemas del cuerpo y la sangre del Salvador, y el poder del Espíritu, pues el Señor promete que si nosotros lo recordamos siempre, siempre tendremos su Espíritu con nosotros (véase 3 Nefi 18:7, 11).
El tercer artículo que estaba en el lugar santo era el altar del incienso, símbolo de oración (véase Apocalipsis 5:8), el cual estaba directamente delante del velo. Este altar nos recuerda el tercer aspecto dominante de la persona que vive según los principios y ordenanzas del evangelio, esto es, que constantemente busca el poder y revelación del Señor mediante la oración. El hecho de que el incienso se consumía sobre carbones encendidos nos hace pensar que nuestras oraciones deberían ser dirigidas e influidas por el Espíritu Santo (véase 3 Nefi 19:24; Romanos 8:26).
El Lugar Santísimo (cuarto celestial). Así como el cuarto celestial de los templos modernos simboliza el reino donde mora Dios, el Lugar Santísimo del antiguo tabernáculo tenía el mismo significado. La única pieza que adornaba a este cuarto interior era el arca del testimonio.
Este era, según el Señor mismo dijo, el lugar donde se encontraría con Moisés y le daría instrucciones para el pueblo (véase Exodo 25:22). Tanto en el velo, el cual separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo, como sobre la tapa del Arca, había querubines o ángeles. Estos ángeles son una hermosa representación del concepto enseñado en las Escrituras modernas de que el hombre pasa al lado de ángeles en su camino hacia la exaltación (véase D. y C. 132:19).
En resumen, el tabernáculo y su plan, y las ordenanzas que allí se efectuarían, ilustran el simbolismo grande y glorioso del progreso del hombre, partiendo de un estado de separación entre él y Dios hasta llegar al de plena comunión con El.
Al leer detenidamente Hebreos 9-10, tenga presente el siguiente diagrama. En esos capítulos el apóstol Pablo comentó en forma muy hermosa el verdadero significado espiritual del tabernáculo del antiguo Israel.
MI NOMBRE ES MANOLO, Y SOY UNO DE LOS HIJOS DE DIOS.NO QUIERE DECIR QUE YO YA SEA PERFECTO, NI QUE SEA MEJOR QUE NADIE, SI NO, QUE...MI PADRE CELESTIAL ES DIOS, E INTENTO HACER LAS COSAS CONFORME A EL LE AGRADE. HE RECONOCIDO A Yesuha (Jesus) COMO MI SEÑOR Y SALVADOR. PERO SE QUE AUN QUEDA CAMINO POR RECORRER Y QUE AUN NO HE ALCANZADO LA META. LA CARRERA ES DURA Y LARGA, PERO CON LA PRESENCIA Y COMPAÑIA DE DIOS, ES UNA BATALLA VICTORIOSA, PORQUE ASI LO HA PROMETIDO DIOS. Y NO DUDO EN EL NI EN SU PALABRA Y TENGO LA FE DE QUE SOY SALVO POR SU GRACIA.
ASIE QUE, SI TU AUN NO HAS DADO ESE PASO DE FE, TE INVITO A QUE LO DES, NO QUEDARAS DEFRAUDADO/A, Y SI AUN NO HAS CONOCIDO LA VERDAD Y NO ERES CREYENTE, ANIMO, ACERCATE AL SEÑOR Y DEJA QUE EL SEA QUIEN SE PRESENTE Y ENTRE EN TU CORAZON.
NO DEJES PASAR ESTA UNICA OPORTUNIDAD. JESUCRISTO EL SEÑOR TE ESTA ESPERANDO.
SI AMI ME HA PERDONADO, A TI TAMBIEN TE PERDONA SI TU QUIERES.
NO BUSQUEMOS EN LAS PALABRAS DE LOS HOMBRES, LO QUE LA PALABRA DE DIOS NO DICE.
TENGAMOS CUIDADO A QUIENES ESCUCHAMOS. PORQUE...ESCRITO ESTA...QUE VENDRAN ENGAÑADORES Y DISFRZARAN DE MENTIRAS LA PALABRA DE DIOS.